ELAINE
Estaba pasando por una mala racha y se me notaba. Fui a la cafetería por mi dosis de cafeína de siempre. Estaba a punto de tomar mi café cuando Laura, la empleada, me lo entregó con una sonrisa vacilante.
—¿Mala noche? —preguntó con voz amable pero teñida de lástima.
Le dediqué una sonrisa tensa.
—Algo así.
No fue la única en mencionarlo. Había recogido mi pedido y estaba a punto de salir de la cafetería cuando una de las entrometidas del pueblo se topó conmigo.
—¡Elaine, te ves fatal! ¿Qué te pasa? ¿Te estás matando trabajando? No hagas eso, por favor —me dijo.
—Estoy bien, no me pasa nada. Solo es trabajo —le respondí con una sonrisa forzada. Se alejó después de parlotear sobre cosas que no me importaban. Al ver que no le prestaba atención, se calló y se fue.
Puse los ojos en blanco y murmuré para mí misma:
—Por fin un poco de paz.
Para cuando atravesé las puertas del hospital, tres personas diferentes me dedicaron esa misma mirada preocupada. Sabía cómo me veía, pero lo hacía