ELAINE
Al día siguiente apenas pude concentrarme en el trabajo. Ni siquiera durante la reunión importante que tuve con mis colegas. Lo único en lo que podía pensar era en la presencia de Duncan entre las sombras la noche anterior. Lo único que veía era su rostro, medio iluminado por la luz de la luna, observándome como si no supiera cómo dejar de hacerlo.
¿Sabía que lo había visto? Esa era la pregunta que no dejaba de dar vueltas en mi cabeza. Lo dudaba. Si Duncan se hubiera dado cuenta, habría apartado la mirada, desaparecido en la noche, guardado ese momento en una bóveda de silencio como hacía con todo lo demás. Pero no lo hizo. Se quedó allí, inmóvil, observando. Y yo se lo permití.
Un escalofrío me recorrió la espalda al recordarlo. Dios me ayude. Estaba emocionada. Era tan pervertida como el hombre que me había visto quitarme la ropa en plena madrugada. ¿Quién hubiera pensado que Duncan tenía eso dentro? Con su cara de piedra y fingiendo que no le importa nada de lo que pasa a mi