ELAINE
Cuando llegué al hospital, todo era un caos. Había ocurrido un accidente en la autopista del pueblo, un accidente grave que involucraba múltiples coches y múltiples heridos. La sala de emergencias ya estaba abarrotada para cuando yo llegué. Gente llorando, gritando, sangrando. Las paredes vibraban con urgencia y dolor.
Como si eso no fuera suficiente, me asignaron la mayor carga de pacientes. Mientras atendía a uno, otro se quejaba de dolor.
—Dra. Monroe, la necesitamos en el quirófano, los pacientes necesitan solución salina —una de las enfermeras se acercó a mí apresuradamente.
—Dale sedantes a este paciente, regreso enseguida —le indiqué.
Corrí al quirófano con la solución salina en mano. Al salir de la sala, me topé con mi supervisora.
—Dra. Monroe, tiene un paciente que necesita puntos, apúrese —me ordenó mi supervisora.
Perdí la cuenta de cuántos pacientes atendí. No tardé mucho en darme cuenta de lo que estaba pasando; mi supervisora apenas me miraba cuando repartía las a