ELAINE
Decir que me sorprendió era quedarse corto. Pero también me emocionaba mucho. Los invité a entrar a la casa.
Podía sentir los ojos de Duncan sobre mí.
No de esa manera obvia y persistente con la que la mayoría de los hombres miran cuando creen que eres atractiva. No, la mirada de Duncan era... diferente. Reflexiva. Pensativa. Casi confundida, como si tratara de resolver una ecuación que no se quedaba quieta el tiempo suficiente para que pudiera terminarla.
Quería saber qué pasaba por su mente, pero aún así, no dijo nada.
Así que esa noche, después de darles las buenas noches a los niños y a él, después de que se cerró la puerta y me quedé sola otra vez en mi casa, esperé. Fingí ordenar mi habitación, me moví innecesariamente, revisé mi teléfono aunque no había mensajes.
Luego me quedé quieta, observando la ventana, esperando alguna señal de él allá afuera en las sombras como antes. Nada.
Pasó una hora. Luego otra. Me dije que estaba siendo ridícula, y tal vez lo era. Me levanté,