ELAINE
El viaje fue largo. No solo en distancia, sino en ambiente. Un pequeño autobús lleno de estudiantes de primer año de medicina y cajas de suministros donados, tambaleándose por un camino serpenteante hacia el terreno rural, debería haber sido distracción suficiente. Pero no lo fue. No con Duncan dos filas detrás de mí.
Me senté con Steph, agradecida por su charla, aún más agradecida de que se sentara entre mis pensamientos y yo. Traté de fingir que él no estaba ahí, que no podía sentir el calor de sus ojos en la nuca.
Pero era imposible ignorarlo. Cada pocos minutos lo descubría mirándome cuando creía que yo no lo veía. Y cada vez me sonrojaba.
Porque no era solo una mirada casual. Era el tipo de mirada que podía quemar la ropa. Esa expresión lenta e indescifrable que tienen los hombres cuando recuerdan algo que no deberían, cuando imaginan algo que desean.
La reconocía porque la había visto antes. Hacía que fingir fuera difícil. Cada vez que me daba vuelta, esperaba a medias pil