El hombre que creía conocer
SOPHIE
Dijo que no.
Nunca imaginé que esa sería su respuesta.
Me quedé allí, aturdida en silencio, parpadeando como si no hubiera escuchado bien. Sus dedos seguían envolviendo mi muñeca, firmes e inflexibles, como si pudiera anclarme a él por pura fuerza de voluntad.
Una parte de mí —la estúpida y desesperanzada— quería creer que su terquedad significaba algo. Que quizás, solo quizás, había algo más profundo bajo la superficie de esta retorcida y complicada situación entre nosotros.
Pero yo sabía la verdad.
No se negaba a dejarme ir porque le importara.
Se negaba porque había herido su ego. Era normal. Yo también me enfadaría si alguien con quien me acostaba se diera la vuelta y dijera que ya no me encontraba atractiva.
Solté un suspiro forzado, arrancando mi muñeca de su agarre.
—Puedo decidir lo que quiero, después de todo yo inicié todo esto —respondí a sus últimas palabras.
Su mandíbula se tensó, con un músculo palpitando bajo su piel.
—¡Y una mierda que