Ethan
No podía dejar de pensar en las palabras de Clara. Cada vez que cerraba los ojos, las imágenes de Ana, de los espejos, y de ese grupo oscuro se mezclaban con el ruido sordo y constante de mi propio corazón latiendo con fuerza en el pecho. Sabía que algo grande se venía, algo que podía cambiarlo todo. Pero lo que no sabía era qué tan profundo y peligroso era ese cambio.
Estaba en mi cuarto, rodeado de papeles, libros antiguos y aquel espejo que había heredado de mi abuela, intentando organizar mis pensamientos, pero era imposible. Mi mente saltaba de un pensamiento a otro, sin descanso, sin tregua. Era como si un torrente de información chocara contra mis sentidos, fragmentos de recuerdos, secretos y señales que hasta ahora no había querido ver.
De repente, el teléfono vibró sobre la mesa, sobresaltándome. Lo tomé sin mirar, el pulso acelerado, y vi que era un mensaje anónimo: “No confíes en nadie. La verdad está más cerca de lo que imaginas.”
Un escalofrío recorrió mi espalda.