León
Entré en la habitación con la adrenalina aún corriendo por mis venas. Ethan me miraba con esa mezcla de miedo y esperanza que tantas veces había visto en sus ojos, como si yo fuera la respuesta a todo el caos que llevaba dentro. Y en cierto modo, lo era, aunque no de la forma en que él esperaba.
—No puedo ocultarte más —dije, sintiendo mi propia voz resonar con un temblor apenas contenido. Tomé aire, buscando la manera de armar las palabras sin destrozarlo más de lo que ya estaba.
Ethan se quedó en silencio, pero podía ver el latido de su cuello, el movimiento sutil de sus manos cuando se tensaban, como si se preparara para una tormenta.
—Ese grupo del que habló Clara… no solo nos vigila, Ethan. Nos persigue. Nos marca. Y no es por algo pequeño o un simple secreto familiar. Lo que ellos quieren tiene que ver con los espejos. Con Ana. Con nosotros.
Sus ojos se agrandaron, y vi ese reflejo de confusión mezclado con el deseo desesperado de entender.
—¿Qué sabes? —preguntó con un hi