León
El peso del silencio en mi habitación era casi insoportable. Cerré los ojos, intentando apagar las voces que retumbaban en mi mente como ecos lejanos pero insistentes, golpes sutiles pero constantes que me recordaban que no podía escapar de mí mismo. Todo se sentía tan cerca y, al mismo tiempo, tan distante, como si estuviera atrapado en un reflejo distorsionado, donde la realidad se deshacía poco a poco, desvaneciéndose entre sombras y fragmentos quebrados.
Desde que Ethan me contó lo que había sucedido en la biblioteca —ese encuentro con el grupo misterioso al que llamaban “Guardianes de los Espejos”— no podía dejar de pensar en todo lo que había intentado esconder durante años. Secretos que llevaban latentes dentro de mí, como heridas abiertas que había intentado cubrir con capas de olvido, pero que ahora, sin darme cuenta, amenazaban con romperse. Sentía que el momento de enfrentar la verdad había llegado, aunque la idea me aterraba hasta los huesos.
Con manos temblorosas, m