Fragmentos en la penumbra
La noche me envolvía con un manto oscuro que parecía absorber cada sonido, cada latido. Afuera, la tormenta había cedido, dejando tras de sí un silencio inquietante. Pero dentro de mí, la tormenta apenas comenzaba.
Caminaba por el pasillo del instituto, mis pasos resonando contra las paredes vacías. El eco multiplicaba mis pensamientos, mis dudas, mi miedo. Ana estaba en peligro, y cada segundo que pasaba sentía que la alejaba más de mí, hundiéndola en ese mundo de espejos y susurros que apenas comenzaba a entender.
Saqué mi teléfono para distraer la ansiedad. Vibró de inmediato. Un mensaje anónimo iluminó la pantalla:
> “No confíes en las sombras que te rodean. El espejo refleja más que el alma.”
Mi pulso se aceleró, un latido retumbando en mis oídos. ¿Quién me enviaba eso? ¿Era otra advertencia o una amenaza disfrazada? No podía saberlo, pero algo dentro de mí me decía que Ana y yo estábamos metidos en algo mucho más grande de lo que podíamos manejar solos.