Elio
Las paredes son lisas.
Sin asperezas. Sin memoria.
Como yo.
He permanecido en el ala oeste de la finca. Esa donde nadie pone un pie, excepto los pocos iniciados.
Un pasillo sin ventanas. Una puerta blindada. Una luz tenue.
Y al fondo, lo que nunca abro.
Excepto cuando algo se quiebra.
Como esta noche.
Desbloqueo la cerradura con reconocimiento digital.
Un clic seco, luego el silencio vuelve a caer.
Dentro, nada ha cambiado.
Los objetos están ahí, congelados en una vitrina de vidrio: un reloj de bolsillo, un colgante partido, un cuaderno de cuero remendado.
Restos.
Fragmentos.
Me acerco al cuaderno.
Rozo la cubierta.
Sé lo que contiene.
Lo he escrito.
A los once años.
---
FLASHBACK — Hace veintidós años
La habitación apestaba a sangre y miedo.
Pero no debía moverme.
Mi padre me lo había repetido:
— Si lloras, te borro. Si huyes, te rompo.
Así que me quedé.
Erguido.
Sin parpadear.
Él acababa de matar a un hombre.
Con sus propi