Sofía
He estado mucho tiempo allí, en esa habitación bajo el mármol.
No he robado nada. No he leído nada.
Pero he mirado. Todo.
Los cuadros, los cuadernos, los destellos de recuerdos que intenta silenciar.
Lo que muestra al mundo es una coraza.
Lo que oculta… es una quemadura.
Percibí una soledad tan densa que aún se imprime bajo mi piel.
Una rabia contenida. Una tristeza más antigua que él.
Cuando subí, el sol ya estaba alto.
El silencio de la casa se había poblado de murmullos, de pasos, de golpes apagados.
La respiración de una bestia dormida detrás de las paredes.
Pero no me crucé con nadie.
Y lo esperé.
De nuevo.
No sé por qué.
No soy prisionera. No realmente.
No me ha prometido nada. No me ha ofrecido nada.
Podría haber desaparecido, y yo habría permanecido allí, aún.
Intentando entender qué es lo que, en él, me impide marchar.
No regresó hasta el anochecer.
Sin guarda. Sin ruido. Sin protecciones.
Estaba en la sala.
La misma donde acepté su chantaje.
Entró