Adrien cerró la puerta del dormitorio con sumo cuidado, asegurándose de no hacer el menor ruido. Permaneció un instante en el pasillo, sus ojos clavados en la madera blanca de la puerta, como si a través de ella pudiera seguir vigilando el sueño inquieto de Camila.
Sus manos estaban tensas, casi crujientes.
Inspirado profundamente, enderezando los hombros, y caminó decidido por el amplio corredor hasta llegar a su despacho. Una estancia sobria, de muebles de madera oscura, cortinas pesadas que bloqueaban la luz del exterior y una gran biblioteca que daba al ambiente un aire de solemnidad.
Adrien cerró la puerta detrás de sí y caminó hacia el escritorio. Con un suspiro cansado, sacó su teléfono móvil del bolsillo. Por un momento, lo sostuvo entre sus manos, dudando. Sus dedos tamborileaban sobre la carcasa, en un gesto de ansiedad contenido.
Finalmente, buscó el número en su lista de contactos y pulsó "Llamar" .
El tono de llamada sonó varias veces. Adrián miró por la ventana; La noche