“Sospechas bajo el humo”
La lluvia golpeaba con suavidad los ventanales de un edificio alto y elegante ubicado en el corazón de la ciudad. Desde el piso quince, el cielo nublado pintaba la ciudad de gris, como si el ambiente entero compartiera el mismo estado de ánimo de aquel que habitaba la oficina.
Álvaro Gutiérrez estaba de pie frente a su escritorio de roble, con una carpeta abierta entre las manos. Su ceño fruncido indicaba que no estaba satisfecho con lo que leía. El leve zumbido del aire acondicionado y el sonido del reloj de péndulo eran los únicos compañeros del silencio que reinaba en aquella habitación adornada con alfombras gruesas, cortinas pesadas y retratos de paisajes oscuros.
De repente, un leve golpe en la puerta interrumpió el ambiente cargado de tensión.
—Pase —ordenó Álvaro con voz seca, sin apartar la mirada de los papeles.
La puerta se abrió con discreción, y uno de sus hombres de confianza, vestido con chaqueta negra y semblante serio, entró sin titubeos.
—Señ