Marianne despertó sobresaltada, había tenido otro sueño con el hombre de la máscara. No recordaba bien los detalles, solo el calor, como su cuerpo temblaba, su respiración era agitada, sentía una sensación entre las piernas que la hacía odiarse. Lo odiaba a él por confundirla, por tocarla como si fuera suya. Lo odiaba más por gustarle.
Eran las ocho de la mañana, no había dormido casi nada, tenía los ojos hinchados, se sentía usada, rota, confundida, como si un solo empujón más bastará para que rompiera por completo.
La puerta de la habitación se abrió, Claire entró, como siempre con gesto serio, llevaba para ella un vestido beige, unos zapatos planos y una carpeta en la mano.
—Te esperan en la sala este a las nueve —dijo simplemente.
—¿Quién? —preguntó curiosa.
—Tu instructora, empiezas hoy.
Claire dejó la carpeta sobre la mesa y salió sin más, Marianne se quedó mirando el vestido como si fuera un uniforme carcelario. Se acercó a la carpeta, tenía su nombre en letras grandes: "Maria