Capítulo XVIII
Maximiliano
Entro a casa agotado después de un día interminable en la empresa. Antes de cerrar la puerta, la veo bajando las escaleras: su mentón alzado, la mirada altiva y amenazante. Sé que va a reclamarme de inmediato.
—¿Cómo se te ocurre tratar así a Scarleth? —me reprocha antes de que pueda siquiera cerrar la puerta.
No le hago caso. Cierro la puerta tras de mí y sigo mi camino, el agotamiento y la molestia en mi pecho no desaparecen, y no estoy de humor para soportarla. Paso a su lado sin responder, pero ella me sostiene del brazo.
—Y no solo eso… te peleas en la empresa, ¡y nada más y nada menos que con Fernando! —dice con burla.
Le contesto con ironía, soltándome de su agarre:
—¿Qué tan enterada estás, madre? ¿Hay algo de lo que quieras enterarte… o ya lo sabes todo?
Sigo mi camino, firme, sin mirar atrás.
—No me sorprende que Fernando le guste Camila —dice—. Siempre quiso ser como tú, tener lo que tú tienes.
Me detengo en seco en el pasillo. La rabia me hierve,