Capítulo XCIX
Gustavo
Estoy harto.
Cansado.
Fastidiado de esta maldita casa y de la locura de Greta que ya no aguanto.
Si no fuera por Clarissa, yo no estaría aquí. No seguiría atado a esta mujer que vive de rencor, de odio, de planes enfermos. Pero Clarissa… Clarissa siempre ha sido el punto débil. El único motivo por el que no me he ido del todo.
Me levanto sin decir nada más. No tengo fuerzas para otra discusión. Greta sigue hablando, murmurando cosas que ya no escucho. Su voz se vuelve ruido.
Salgo de la casa y cierro la puerta detrás de mí.
Necesito aire.
Necesito despejar la cabeza.
Me subo al auto y manejo sin pensarlo demasiado.
Minutos después llego a un bar, me bajo y camino hacia la entrada.
El ruido, las risas y el tintinear de los vasos me golpean de inmediato. Todo me abruma. Camino entre las mesas sin mirar a nadie, buscando una salida, un rincón donde pueda fumar y calmar un poco este nudo que me aprieta el pecho.
Y entonces lo veo.
Me quedo inmóvil.
No puede ser.
Ahí