Capítulo LVIII
Maximiliano
Me acerco a mi hermana. Verla frente a mí se siente como un sueño, como algo que estuve esperando toda mi vida sin saber cuándo llegaría. No pienso, no dudo… simplemente camino hacia ella.
Cuando por fin la tengo a unos pasos, todo dentro de mí se quiebra.
La tomo entre mis brazos y la abrazo con fuerza, como si temiera que pudiera desaparecer otra vez. Ella se aferra a mí, escondiendo el rostro en mi pecho, y los dos lloramos sin poder contenernos. Todo lo que vivimos, todo lo que perdimos… se siente de golpe.
—Hermanita… —susurro, apenas con voz—. Perdóname —le ruego mientras lloro con ella. Tomo su cabeza con cuidado y dejo un beso suave sobre su cabello.
Nos separamos de a poco y, al mirarla bien, noto lo delgada que está… demasiado. Algo dentro de mí se aprieta.
La vuelvo a abrazar, y beso su cabeza nuevamente con suavidad mientras las lágrimas caen calientes por mis mejillas.
Detrás de mi hermana, está Rafael, mirándonos en silencio.
Clarissa nota que