El sol se filtraba entre las cortinas pesadas de la habitación, dorando los bordes del desorden. La blusa de Alina en el suelo. Su reloj en la mesa. Los cuerpos enredados, aunque él ya no dormía.
Kilian estaba despierto desde hacía rato. La mirada fija en el techo. Agotado, sí… pero no por falta de sueño. Su mente no le había dado tregua desde que ella pronunció esas palabras la noche anterior:
"Solo tienes que fingir tu muerte."
Casi parecía fácil cuando lo decía ella. Frase tras frase, como si ya hubiera ensayado cada argumento. Tal vez lo había hecho.
Alina se movió a su lado. Despertó con un murmullo y, sin hablar, deslizó una mano por su pecho. Lo acarició con la seguridad de quien ya no necesita permiso.
—Estás tenso —murmuró, apoyando la barbilla sobre él—. ¿Estás pensando en lo que viene… o en lo que dejas?
Kilian no respondió de inmediato. Una parte de él seguía en casa. Con Elian, con Yvania, con Céline. Otra parte… se había soltado, como si el ancla finalmente hubiera cedid