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La ciudad se sentía demasiado grande sin ella
El penthouse estaba en silencio. No el silencio agradable del descanso, sino ese otro… el que suena como un castigo.
Kilian llevaba horas sin cambiarse, sentado frente a los ventanales que daban a Belvaronne. El vídeo seguía circulando. Lo había visto incontables veces. Céline bajando del coche con los ojos encendidos de furia. Él quedándose en el coche, con la boca abierta, impotente. Y luego ese portazo. Seco. Público. Final.
Ella no contestó sus llamadas. No respondió sus mensajes. Y Clarise, como era de esperarse, había enviado un escueto pero demoledor comunicado:
> “No solo dañaste su imagen, Kilian. Dañaste el apellido que te prestamos.”
El apellido que te prestamos.
No hacía falta más. Sabía muy bien lo que eso significaba para la familia Valtieri. La imagen. La perfección. El equilibrio quirúrgico entre tragedia y dignidad. Había ensuciado todo con un escándalo de farándula que ahora tenía más de dos millones de v