Habían pasado ya algunas días y el juicio preliminar se acercaba más. Céline y Matthias empezaban a retomar pequeños fragmentos de su antigua rutina, aunque nada era exactamente como antes.
Los niños seguían con ansiedad cuando salían de casa, pero ya no lloraban desconsoladamente. Habían aprendido, a fuerza de repetición y contención, que Matthias volvía. Que ella volvía. Que no estaban solos. Las cosas habían mejorado después que vieron que Matthias se había mudado con ellos de manera oficial.
Esa tarde, luego de una jornada particularmente agotadora en CéVive —una tormenta de pendientes, llamadas y decisiones difíciles—, Matthias la pasó a buscar como siempre. Céline subió al vehículo con el cuerpo agotado y la mente aún encendida.
—¿Todo bien? —preguntó él, tomando su mano mientras esperaban en un semáforo.
—Todo… acumulado —respondió ella con una sonrisa rendida.
Él le apretó los dedos con cariño.
—Entonces es buen momento para cerrar otro ciclo. Tengo que pasar por m