Me quedé en silencio unos segundos y al final asentí. Mi voz salió fría, sin mostrar emoción.
—Está bien, pero solo si no hablas de empezar de nuevo y si no te metes en mi vida.
—De acuerdo —respondió él al instante, claramente preocupado de que me arrepintiera.
Suspiré y, sacando el celular, desbloqueé el número que había guardado en lista negra durante seis meses.
Los ojos de Diego brillaron al instante y se le escapó una pequeña sonrisa.
Intentó ofrecerse a llevarme a casa, pero lo rechacé amablemente.
Ya había tenido suficiente con la cena. No tenía intención de seguir manteniendo contacto con él.
Al llegar a casa, lo primero que hice fue transferirle el dinero de la comida, con la nota: "Ya no hay deudas entre nosotros."
Justo después de ducharme, recibí una llamada de la mamá de Diego.
Durante estos seis meses, de vez en cuando me llamaba para saber cómo estaba, siempre con una mezcla de culpa por mí y decepción por su hijo.
Desde que Diego regresó de la frontera, sus padres habí