Paula se quedó helada, se cubrió la cara adolorida por la bofetada y miró a Diego sin poder creerlo.
—¿Diego, me estás pegando por esa Omega?
Con todas las miradas del café encima, Diego parecía derrotado y cansado. Cerró los ojos un instante y, con voz grave, respondió:
—Paula, te he aguantado tanto tiempo porque te prometí que te cuidaría y repararía el daño que sufriste. Pero eso no significa que puedas seguir pisoteando mis límites, y mucho menos que lastimes a Fiona.
Después de decirlo, se volvió hacia mí y, por primera vez, su rostro mostró una disculpa y una ternura sin disimulo.
—Vete a casa, yo me encargo de todo.
Asentí, no quería seguir siendo parte de ese espectáculo.
Pero Paula volvió a estallar, se me plantó enfrente y me bloqueó el paso.
—¡No te vayas! —soltó, con los ojos enrojecidos y las lágrimas rodando por la cara—. Fiona, solo quiero saber una cosa: ¿es verdad que ya no lo amas? ¿Que lo dejaste ir por completo? Dime la verdad y te juro que no te voy a molestar nunc