En ese momento, Diego se quedó completamente confundido.
Su rostro, siempre tan implacable, mostró por primera vez una expresión de frustración.
Pero ya no tenía paciencia para seguir con ese juego.
—Diego, ¿sabes? Cuando el vínculo de la Diosa de la Luna se rompe, ya no hay marcha atrás. No necesito tus disculpas ahora. El daño ya está hecho, y no importa lo que hagas, no lo vas a cambiar.
En ese instante, recordé aquel ramo de lirios que Diego le dio a Paula en su cumpleaños.
Llevaban años separados, pero él seguía recordando todos sus gustos.
¿Y yo, que fui su compañera durante cinco años?
Si de verdad quería volver conmigo, ¿cómo es que ni siquiera sabía que soy alérgica al polen de las rosas?
Qué irónico.
Lo miré fijamente, vi cómo sus labios se movían, parecía que iba a decir algo, pero ya no quería escuchar nada.
—Ya basta, Diego, esto se acabó.
Dicho esto, me di la vuelta y me fui.
No había dado ni unos pasos cuando escuché la puerta de un auto cerrarse de golpe.
En ese instant