Capítulo 47. El Quirófano.
Tiempo después, me encontré en la sala de espera del hospital. El ambiente era frío, silencioso y estaba lleno de un terror.
Yo estaba allí con John y con Tomás, su hijo. Estábamos angustiados, sentados en esas sillas incómodas de plástico duro.
Mis lágrimas rodaban por mi cara sin control. Lloraba por la vida del padre de mis gemelos. Era un dolor agudo y apagado, que me oprimía el pecho.
Me cubrí la boca con la mano, sintiéndome estúpida por amar a un hombre que me había traído tantos problemas. Murmuré para mí misma, casi sin aire:
—Si algo malo le pasa a Lucas, me moriría…
En ese momento, una enfermera se acercó. Era el momento de la verdad. John la abordó enseguida, con la voz quebrada por la preocupación, pero firme.
—¿Cómo está mi sobrino, Lucas Wilson? ¿Está vivo?
—Sí, está vivo —respondió la enfermera, con calma—. Pero perdió mucha sangre. Todavía está inconsciente. El doctor de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) conversará en un rato con ustedes. Con permiso.
Minutos des