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Capítulo 2. La Propuesta Insólita.

—Hice mi tarea, Ruby —dijo Nora, interviniendo—. Sé que necesitas una cantidad abrumadora de dinero para la cirugía de tu madre, quien, si no me equivoco, se debate entre la vida y la muerte.

Un temblor me recorrió el cuerpo al darme cuenta de que habían invadido mi privacidad y habían escarbado en mi dolor. Pero ella tenía razón.

—Es cierto, señora Wilson. Mi madre está muy grave en el hospital —respondí con la voz apenas audible.

—Perfecto —dijo ella, sin rastro de empatía. Era una simple confirmación de datos—. Yo pagaré la operación de tu madre, la mejor que el dinero pueda comprar. Pagaré su tratamiento postoperatorio, los cuidados intensivos, todo, sin límite de costos. A cambio de un pequeño favor.

Mi desconfianza se disparó. La oferta era tentadora hasta lo impensable.

—¿Qué favor? —pregunté, manteniendo mi mirada firme.

Nora bajó la voz un poco más.

—Quiero tu vientre, Ruby. Quiero que te acuestes con mi esposo, hasta quedar embarazada.

Lucas, que había estado en silencio, se reclinó en su silla, observando mi reacción.

El silencio se había vuelto un castigo. Intenté desesperadamente encontrar una salida.

—Esto no puede ser, jamás me acostaría con su marido, ¿está usted loca señora? —dije, sintiendo una risa nerviosa.

Mi negación fue cortada por la voz autoritaria de Nora, que resonó como un martillazo de juez.

—Ruby, la vida de tu madre depende de si aceptas esta propuesta. Si la rechazas, le ofreceré el trato a otra chica, y punto. Lo que para ti es un dilema moral, para mí es un simple trámite de negocios.

Cerré los ojos lentamente, intentando asimilar la crudeza de sus palabras. El rostro de mi madre, conectado a las máquinas en un hospital público, parpadeó en mi mente. La moralidad no podía competir con su vida.

Me acerqué a ella con la urgencia de cerrar el trato.

—Acepto —dije en un tono apenas audible, obligándome a continuar—. Pero tengo una pregunta.

Lucas se puso de pie, tomando un contrato de la mesa.

—Ya no hay más preguntas, Ruby. Estás contratada.

—Lucas estará de viaje los próximos días —dijo Nora, con una sonrisa de triunfo—. Te instalarás en tu habitación de inmediato. La preparación comenzará mañana.

Lucas me entregó el bolígrafo.

—Firma aquí.

Firmé el contrato, sintiendo que acababa de vender mi alma y mi cuerpo al diablo.

Me senté en la lujosa cama de mi nueva habitación, sintiendo que la tela de seda me quemaba la piel.

Era una habitación enorme, con vistas a un jardín impecable, pero me sentía prisionera. Acababa de vender mi cuerpo por la vida de mi madre, y ahora solo me quedaba esperar.

No podía dormir. Cada vez que cerraba los ojos, veía el rostro frío de Lucas Wilson y la sonrisa cruel de su esposa. Eran mis carceleros, y yo era su inversión. Mi madre está ahora en el Cedars-Sinai. Eso es lo único que importa.

Me repetí esa frase como un mantra mientras miraba el teléfono. Tenía un mensaje de texto de un número desconocido: "Fondos transferidos. La cirugía está en marcha. Confía en la Sra. Wilson." El alivio fue inmenso, pero fue rápidamente reemplazado por la angustia del sacrificio.

El resto de la noche se fue en un estado de nerviosismo puro. Pensé en mi vida, en los estudios. Todo se había desvanecido. Ahora era solo... un medio para un fin.

***

A la mañana siguiente, la pesadilla adquirió una nueva forma. A las diez en punto, Nora apareció en la puerta, impecable y con un brillo de emoción en los ojos. No vino sola.

Detrás de ella venían un equipo de cinco personas: una doctora, una enfermera, un estilista con un maletín, y dos mujeres creo de un spa.

—Buenos días, Ruby —dijo Nora, con una falsa dulzura—. Vamos a empezar con tu preparación. Queremos que estés en óptimas condiciones para la concepción.

—¿Preparación? ¿A qué se refiere? —pregunté, sintiendo cómo me ardía la cara de vergüenza.

—Es simple. Eres fértil, eso lo sabemos. Pero tienes que entender, Ruby, que tu vientre es ahora exclusivo para el heredero Wilson. Nuestro bebé tiene que venir al mundo en óptimas condiciones.

Y así comenzó la humillación. La Dra. Helen llegó de inmediato. Vestida con su uniforme inmaculado, me sometió a un examen médico exhaustivo que me hizo sentir como una propiedad que se inspecciona.

—La Señora Wilson necesita saber, sin rodeos, si su cuerpo está en el momento exacto para concebir. Esto es solo una verificación.

La doctora no veía a Ruby Rodríguez; solo veía un conjunto de datos. Me tomaron muestras y me hicieron preguntas humillantes.

Fue un examen despersonalizado que me despojó de toda identidad, convirtiéndome en un simple objeto que estaba siendo inspeccionado.

La Dra. Helen no me miró a los ojos ni una sola vez. Cuando terminó, asintió y le dijo a Nora:

—Es Completamente apta, en condiciones óptimas para la concepción.

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