Capítulo 95. El precio de la Gloria
El rugido de la Pista Central se elevó a niveles ensordecedores. El público se puso de pie, gritando y ovacionando a Ramiro, que yacía sobre sus rodillas. Había logrado lo imposible: destronar al campeón defensor en un acto de pura tenacidad.
Ramiro intentó levantarse para el saludo protocolario, pero sintió que el mundo giraba. La excitación del triunfo no podía sofocar el volcán que se había desatado en su pecho. El esfuerzo final, esa inmersión desesperada en el desempate, había sido el golpe de gracia para la sutura interna.
Una sensación cálida y pegajosa se extendió rápidamente por su torso. Levantó la vista y vio, con horror, cómo una mancha carmesí empezaba a expandirse desde el centro de su camiseta blanca, tiñendo el uniforme del color de la tierra batida. La herida había cedido.
Nadie en las gradas lo notaba de inmediato; estaban demasiado ocupados aplaudiendo, pensando que la palidez y el colapso de Ramiro eran solo el agotamiento extremo de una batalla épica.
Wolfgang, si