La luz neón de la Comisaría Central parpadeaba sobre el rostro de Aura Vidal mientras empujaba la pesada puerta de cristal. El aire frío, más denso que la humedad sofocante del interior, la golpeó como un recordatorio de que la vida seguía su curso. Había pasado las últimas horas entregando su última declaración, la que cerraba formalmente la investigación del incidente de la Academia.

Marcos y sus inmensas influencias, asistido por la discreta pero efectiva maquinaria de León, habían logrado lo impensable. No solo se habían deshecho de la acusación de secuestro y ataque, sino que habían orquestado un giro narrativo tan absurdo como efectivo: un asalto a mano armada en las instalaciones de la Academia Zenith

Aura suspiró, sintiendo el cansancio no solo físico sino moral. Salió a la acera, el ruido del tráfico era un zumbido constante. Metió la mano en su bolso, sintiendo el frío metálico de su teléfono. Lo desbloqueó.

La pantalla se iluminó, y antes de que pudiera buscar las noticias