La ilusión de ser...

— ¡Buenos días, futuro papá! — entró Andrew a la oficina meneando en el aire un pequeño oso de felpa.

— ¡Sh! ¡Sh! — suplicó Axel mientras se llevaba la mano a la cabeza. La resaca estaba haciendo estragos con él ese mañana y la verdad no tenía, el ánimo, el humor y siquiera la dignidad de hablar con él.

— Está bien, está bien… — murmuró — Solo vine para echarte una mano con todo esto.

— De momento necesito que te encargues de las transacciones con Francia, no tengo la cabeza para viajar allí y negociar con ellos.

— ¿Qué? ¡No! No me refiero a eso. Me refiero a Freya, a tu bebé y a Kate.

— Andrew… — empezó Axel murmurando, porque le dolía hasta hablar — Sé que me echaste bronca anoche con todo esto, pero debo ir despacio, si simplemente anuncio que tendré un hijo fuera de mi compromiso con Kate la prensa destruirá a esa mujer. No puedo permitir que la agobien de esa manera.

— Tienes razón — admitió rendido Andrew.

— Segundo debo buscar un trabajo para ella, uno que no sea muy fuerte.

— ¿Un trabajo?

— Sí, al parecer se quedó sin empleo y necesita un trabajo.

— ¿Y por qué no solo le pasas dinero? ¿Acaso vas a ser un tacaño con tu hijo y con la madre de él? — empezó a levantar de nuevo la voz, de verdad que el humor de ese hombre era muy volátil cuando se trata de cosas de la familia.

— Porque ella me pidió trabajo, no dinero — se echó en su silla — Y la verdad a mí también me sorprendió eso. Así que eso habla mejor de ella de lo que pensé — sopesó esa idea por un minuto antes de seguir — La verdad es que no conozco nada de esa chica, ni siquiera me acuerdo de lo que sucedió en Toronto, así que quiero ir con cautela con ella.

— Bien ¿Dónde has pensado en ponerla?

— Le diré a Willington o Jones que me devuelvan uno de los favores que me deben, sus compañías son grandes, la podrán poner en cualquier lugar.

— ¿Qué? No, no puedes hacer eso — movió sus manos en desacuerdo — Si les pides eso a ellos, harán preguntas y no se quedarán con lo que tú les digas, investigaran y se darán cuenta de lo que sucede y ellos mismos podrían aventarte a los lobos. Es mejor si le das un puesto aquí, en tu misma empresa. No tiene que ser un cargo importante y además estará lo suficientemente cerca para que veas quién es ella.

Axel no estuvo muy seguro de esa idea, en realidad no quería pedirle a aquella chica que siguiera mintiendo por él.

— Me haré cargo de conseguirle un buen lugar aquí — solicitó Andrew.

— Está bien, pero nadie se debe enterar hasta que solucione esto con Kate.

Andrew salió de la oficina sin más, dejando el pequeño oso de peluche sobre su escritorio, por supuesto, apropósito. Axel lo tomó en sus manos con cuidado, su bebé en ese momento era mucho más pequeño que eso, un calorcito se instaló en su pecho, una infinita ternura por algo que aún no conocía. Lo guardó en su escritorio junto con la ecografía. No había sido exactamente una felicitación de parte de Andrew, pero era lo más parecido que iba a obtener. Por primera vez sonrió ante la ilusión de ser padre.

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— Tú eres Andrew.

— Y tú Freya — le sonrió de manera genuina, nunca se imaginó volver a ver a esa mujer en su vida y menos con una noticia como esa, pero le alegraba, sinceramente le alegraba porque sabía que su amigo necesita un poco de caos en su vida para replantearse las decisiones equivocadas que estaba tomando.

Freya se hizo a un lado y lo dejó pasar, se había sonrojado al recordar que ese ese hombre la había visto salir desnuda de la habitación en el hotel.

— Te traje esto, Freya — estiró su mano le entregó una carpeta voluminosa. No sin dejar de observar a su alrededor el lugar donde vivía.

La mujer la tomó y empezó a leer con detenimiento, frunció el ceño cuando leyó más abajo casi al final.

— Esto está mal.

— Sé que no es un buen puesto, no muy reconocido, pero es…

— Sé lo que es, es el puesto que menos llamará la atención, el que nadie se fijará, pero no me refiero a eso, me refiero al monto del salario.

Está vez el que frunció el ceño fue Andrew — Mira, solo puedo ofrecerte eso, si te doy más empezarán a sospechar y…

— ¡No! No es eso — negaba Freya, exasperaba de que no le entendiese — Es muy alto, una chica de archivo no gana esto, ni aquí, ni en ninguna parte del planeta. Si realmente quieren que nadie se entere de mi existencia deberías dejar el sueldo básico — La boca de Andrew se abrió para refutar, pero no tenía nada para hacerlo — Sé mi posición, Axel ya me dijo que nadie se puede enterar, y tampoco quiero que eso pase, solo necesito un trabajo que pague mi renta y listo.

— Está bien, está bien. Bajaré tu sueldo, pero déjame decirte que eres una pésima negociante, por lo general se debe pedir que suba, así no estén dispuestos a dártelo.

Freya carcajeo ante el humor de aquel hombre, haciendo que este mismo se deslumbrara con esa sonrisa. Él tampoco recordaba mucho de lo que había sucedido en Toronto, pero si que había logrado recordar esa sonrisa y como ella miraba a Axel.

— Bueno, no solo vine por el puesto de trabajo, también vengo a llevarte a tu nuevo departamento — inventó él en el momento.

— ¿Disculpa?

— Perdón, no quiero ofender, el lugar no está mal, pero …

— El lugar está bien, solo le falta un poco de… de cariño — fueron sus mismos pensamientos que expresó cuando llegó hace meses al lugar, para entonces había logrado cambiarlo mucho, ahora era más cálido.

— Sí y no estoy dudando de tus capacidades, pero si dudo de las comodidades, no estás en posición de ser orgullosa, no puedes pensar solo en ti, no en ese momento con el bebé.

— Hay niños que han crecido en peores condiciones y mira que están muy bien.

— Lo sé, lo sé — su mirada verde se enturbió — Estoy diciendo que tu bebé no va a ser un bebé cualquiera, va a ser un Tremblay y debería nacer en mejores condiciones. La gente en esta clase social es complicada, créeme que lo juzgaran por su humildad, es más fácil si nace en lugar más cómodo, con los privilegios con los que puede pagar su apellido y no si simplemente crece con su propio esfuerzo. No importa lo que haga, lo sentenciaran por el lugar en que nació y sus condiciones sociales.

— Ya veo — Freya agachó la mirada, y entendió que ese hombre hablaba desde su propia experiencia.

— Freya, tu vida cambiará de ahora en adelante, eres la madre del hijo de uno de los hombres más importantes del país. Es inevitable.

— Pensé que nadie debía saber de mi existencia, ni de la existencia de mi hijo. Su- su prometida…— la voz se le empezó a entrecortar y no pudo seguir.

Suspiró — Lo siento, Freya — intentó acercarse más a la joven, ni siquiera sabía cuántos años tenía, pero se veía mucho más joven que su amigo, más inocente — Siento si Axel fue duro contigo, él en este momento no está pasando por lo mejor, solo tienes que darle tiempo de pensar. Y está noticia en algún momento le alegrará — no sabía que más decir.

— Él no fue duro conmigo.

— ¿Enserio?

— Sí, yo también pensé que me sacaría de su oficina a patadas, como me sacó de… — se sonrojo de nuevo por lo que iba a admitir — Pero no fue así, en realidad lo tomó muy bien, mejor de lo que pensé.

La mirada incrédula de Andrew se hacía más intensa, lo conocía y cada vez que algo resultaba como él no quería explotaba, el genio de su amigo era cosa seria. Y que tomara está noticia tan… “calmado” era algo de no creer. Ideas fugaces se instalaron en la mente de Andrew, pero prefiero no hacer caso y seguir con el propósito de su visita.

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— Bien… ¿Qué te parece? — instó Andrew.

— Es… es mucho, es maravilloso — giró Freya en sus dos pies. Estaba asombrada atónita, ni siquiera podía pensar con claridad.

El apartamento era tal vez cinco veces más grande del que vivía ella, estaba completamente amoblado con lo que podría necesitar y más. Y ella solo llevaba una maleta con su ropa y una caja con unas fotos y unas cuantas cosas demás.

— Me alegro de que te guste. Y bien te dejo descansar y nos vemos mañana en la oficina con tu sueldo básico — rodó lo ojos y de nuevo hizo reír a la joven.

— Gracias, Andrew.

— ¡Hey, no! Axel es mi mejor amigo, como mi hermano y haría cualquier cosa por él y por su hijo — finalizó señalándole la panza. Se dio la vuelta, dejó las llaves sobre la encimera del mármol y se dispuso a salir — ¡Ah! Freya…

— ¿Sí?

— ¡Felicidades! — dicho esto salió del lugar, dejando a Freya ahí en medio de todo, con muchos sentimientos encontrados.

Era la primera vez que escuchaba esto, ni siquiera les había dicho a sus padres, o a sus amigas, y su vida había cambiado tanto en unos minutos, tenía un nuevo lugar donde vivir, un nuevo empleo. Se sentía feliz, confundida, un poco temerosa porque en un tiempo se le empezaría a notar y la gente empezaría hacer peguntas, ella sabía que si le decía a sus padres o sus amigas empezarían a cuestionarle y ella no podía mentirles.

Fue a fisgonear una a una las habitaciones, en la más grande se sorprendió al ver ropa de hombre, en su mayoría trajes. Frunció el ceño y se preocupó, y ¿si no viviría sola en el lugar? Siguió abriendo puertas y descubriendo en cada una de ellas lo que había. Hasta que se topó con una de huéspedes, organizó su ropa allí y se preparó para ir a trabajar al siguiente día.

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