Esa noche, Federico llevó a Angelina a casa y cocinó él mismo.
Durante la cena, él no dejaba de servirle sopa y ponerle comida en el plato, sabía bien lo que le gustaba.
—Angelina, esta sopa ligera es justo lo que te gusta. Mira, tu pescado favorito, come más, te va a hacer bien.
Vi lo mucho que la consentía y no pude evitar que se me llenaran los ojos de lágrimas.
Bajé la cabeza y comí en silencio.
No podía reaccionar; no podía dejar que Federico notara que yo ya no era la misma. Si se enteraba de que planeaba irme, no me dejaría salir.
Y, además, ahora yo también llevaba a su hijo en el vientre, y era algo que no podía decirle…
—Federico, ¿no crees que la señorita se podría molestar por cómo me cuidas? —preguntó Angelina, mirándome y fingiendo inocencia.
Federico se sorprendió, y se apresuró a contestar:
—Ella no se va a molestar. Angelina, estás embarazada, tienes que comer sano. Camila también es mujer, puede entenderlo.
Bajé la cabeza sin decir nada, sin mostrar ninguna emoción en la cara.
Después de la cena, salí sola a caminar por el jardín.
Cuando llegué al pabellón, vi que Angelina se acercaba.
—Señorita, ¿paseando sola? ¿Está de mal humor? —dijo, sentándose frente a mí desafiante.
—Veo que aguantas bastante… ¿prefieres criar al hijo de otra antes que largarte?
La miré un momento y, sin decir nada, me puse de pie para irme.
—¡Detente! —gritó Angelina y se puso frente a mí, furiosa.
Mi silencio la ponía peor.
Esperaba que me descontrolara, que gritara o perdiera la calma, pero no lo consiguió. Quería que su embarazo me doliera, pero tampoco logró eso.
—Camila, todo esto es una mentira, ¿cierto? Finges que no te importa, finges que eres buena. ¿Qué mujer aceptaría criar al hijo que su esposo tuvo con otra? ¿Por qué no te molesta? ¿Por qué no le reclamas a Federico? ¡Eres una hipócrita! ¿Quieres que con tanto show Federico se sienta culpable y te recompense? Eso sería lástima, no amor. Agarrarte de un matrimonio sin amor… qué ridícula eres.
Apreté fuerte los labios para no romper en llanto.
Entonces, con una sonrisa cruel, dijo:
—Por cierto, aunque estoy embarazada, no es de Federico. Pero como él está obsesionado con tener uno, le mentí y se lo creyó…
Me quedé impactada.
Iba a contestarle, pero de la nada se levantó y me dio un empujón fuerte.
—Ahora vas a ver quién es de verdad la más importante para Federico.
Después se tiró al piso a propósito, gimiendo de dolor.
—¡Mi vientre… me duele mucho!
Se agarraba el estómago mientras la sangre empezaba a mancharle la ropa.
Me quedé paralizada. Yo no había hecho nada, y aun así ella estaba sangrando…
Después de escuchar los gritos, Federico llegó corriendo. Cuando vio lo que pasaba, su rostro cambió por completo.
—¡Angelina!
Corrió a levantarla y luego me miró con desprecio.
—Camila, ¿qué le hiciste a Angelina?
—Yo no… —Iba a hablar, pero Angelina me interrumpió desde sus brazos, llorando.
—Federico, estoy bien, no culpes a la señorita. Sé que no me quiere, y mucho menos a mi hijo…
Las palabras de Angelina solo hicieron que Federico se enojara más. Me empujó y, cargando a Angelina, salió corriendo.
—¡Camila, te pasaste! Si le pasa algo a Angelina, ¡nunca te lo voy a perdonar!
Caí al piso, viendo cómo se iban, con el corazón hecho pedazos.
Esa noche, Federico no volvió.
La enorme mansión quedó solo para mí. Me acosté, pero no pude dormir. Su mirada de desconfianza y la sonrisa de triunfo de Angelina me daban vueltas en la cabeza.
A la mañana siguiente, empecé a empacar.
Guardé todas mis cosas en maletas y dejé la casa limpia, sin nada mío. Cuando terminé, arrastré la maleta hasta la puerta. Antes de cerrarla, volteé.
Ese lugar había sido mi hogar con Federico. Pero ya no era mío.
Pero ya no era mío.
Antes de irme, llamé al abogado.
—Licenciado, ¿ya está todo listo?
—Sí, señorita. El dinero ya se transfirió a su cuenta. Su pasaporte está en regla y la propiedad en Suiza ya está a su nombre. Todo está preparado.
Asentí con alivio.
—Perfecto, gracias. Salgo ya.
Al colgar, vi las noticias: los titulares hablaban de Federico en el hospital, cuidando a Angelina.
“El jefe del cartel, Federico, es un esposo devoto…”
Sí, llevaba años casada con él y nadie lo sabía. Nunca se me reconoció como parte de su vida. Tal vez eso lo decía todo.
Tal vez él siempre supo que Angelina mentía sobre el embarazo, pero prefirió hacerse el loco.
Al final, siendo el líder de la mafia y un tipo tan calculador, ¿cómo no iba a sospechar de una mentira tan obvia?
Igual ya no me importaba.
Me acaricié el vientre, pensando que, al menos, todavía tenía a mis hijos.
Respiré profundo, borré todo rastro de Federico de mi vida y me subí al avión.