Federico respiró hondo y abrió la puerta.
Entonces miró seriamente a Angelina y preguntó:
—¿Qué acabas de decir?
Ella lo vio y se puso nerviosa de inmediato.
—Federico, tú… escuchaste mal, yo no dije nada.
Pero Federico no se tragó esa mentira. Entonces miró alrededor y notó que su celular seguía encendido, sobre la mesa.
Él se acercó, agarró el celular y vio en la pantalla los mensajes entre ella y yo.
“Camila, perra, ojalá te mueras por allá y no regreses jamás. ¿Lo ves? Esta es la sopa que Federico preparó él mismo. Tú en tu vida la probaste. ¡Te lo mereces, siempre estarás sola!”
Cada palabra lo hirió como una puñalada.
Él jamás imaginó que Angelina fuera así. Ardiendo de rabia, le dio una cachetada.
—¡Maldita! ¿Cómo te atreves a tratar así a Camila?
Angelina quedó atónita.
Se agarró la cara y lo miró, incapaz de creerlo.
—¿Federico… me pegaste por esa mujer? ¡No olvides que yo soy la madre de tu hijo!
Él se rio y la miró furioso.
—¿La madre de mi hijo? ¿Tú? ¿Crees que estás a la