Celeste.
La música volvió a sonar con suavidad cuando bajé de la tarima, aún con el corazón latiéndome en la garganta. El eco de los aplausos seguía vibrando en mis oídos, y la sonrisa de Kael… esa sonrisa, aún me sostenía por dentro.
Volví con mis chicas, que me esperaban cerca de una de las mesas decoradas con flores silvestres y dulces de colores.
Marcela tenía una copa de jugo en la mano y Nuria estaba comiéndose su tercer pastelito sin el menor remordimiento.
—¡Se lució! —exclamó Marcela apenas me acerqué—. ¡Kael se lució! ¿Desde cuándo ese hombre sabe hablar así? Es que todavía me sorprende lo mucho que lo has cambiado.
—¿Desde cuándo sabe hablar? Querrás decir… —añadió Nuria, con una carcajada—. Ese hombre era toda una piedra y cuando tenía que responder algo decía: hmm. Y negaba o asentía con la cabeza.
Me reí con ellas, sintiendo cómo la tensión se evaporaba poco a poco.
—Yo también me sorprendí —admití—. No pensé que fuera a decir todo eso… y menos frente a todos. Fue ve