Celeste.
Subir a esa tarima con Kael fue como subir a un altar invisible. No había flores ni incienso, pero el aire estaba cargado de algo sagrado. Algo que no se podía ver, pero que se sentía en la piel: respeto, esperanza, y una calma que no habían tenido en años.
Kael me ayudó a subir con una mano firme, y cuando estuve a su lado, la música se detuvo. El DJ, atento, bajó el volumen con rapidez al ver al alfa de pie frente al micrófono. Las conversaciones se apagaron una a una, como velas sopladas por el viento. En segundos, el salón entero quedó en silencio.
Estaba nerviosa. Cada mirada se fijaba en mí, luego en Kael.
Él respiró hondo,y habló.
—Buenas noches —dijo, su voz profunda y clara, proyectándose con naturalidad—. Gracias por estar aquí. Por venir y celebrar que hemos logrado derrotar a todos los enemigos que nos amenazaban. Sé que siempre tendremos que pelear contra vampiros, pero por un tiempo, sé que las aguas van a permanecer tranquilas.
Hizo una pausa. Sus ojos recorr