79. Dime la verdad… ¿qué hiciste?
Mientras tanto, en los sueños inquietos de Rowan, una figura imponente se materializaba entre la niebla etérea que envolvía sus pensamientos. Un lobo blanco, de pelaje inmaculado como la nieve recién caída bajo la luz de la luna, lo observaba con una mirada profunda y sabia, penetrando la inocencia de su semblante infantil. Sus ojos eran idénticos a los de Rowan, espejos plateados que reflejaban la misma luz misteriosa, pero llenos de la sabiduría acumulada a lo largo de incontables siglos, de historias silenciosas grabadas en el tejido del tiempo. Hablaba sin mover su hocico, su voz resonaba en la mente del niño como un eco ancestral, surgiendo del mismo viento que acariciaba las cumbres de las colinas.
— No temas a lo que eres, pequeño eco de la luna primigenia — la voz del lobo era suave pero imponente, cargada de una autoridad cósmica — El mundo, en su ignorancia y su miedo, querrá encadenarte, domesticar tu esencia salvaje, reducir tu brillo a una pálida imitación. Pero tú… tú na