22. Te he estado buscando.
La puerta se abrió de golpe.
—Abigail, no puedes seguir huyendo de mí.
La voz de Damian resonó con firmeza, haciendo que el corazón de Isolde diera un vuelco.
—Debes buscar a mi hijo y asegurarte de que está bien —fue lo único que dijo Isolde a Raven antes de apartarse de él, decidida a enfrentarse a Damian y darle una explicación de por qué estaban los dos ahí.
Pero antes de que Damian pudiera dar un paso más, la niebla se arremolinó alrededor de Raven, como si el vapor del baño se espesara de repente. Isolde sintió el cambio en la atmósfera y supo que Raven había actuado. Él estaba ahí, en algún rincón, oculto en la bruma, y aunque Damian escudriñara el espacio, su magia lo haría invisible a sus ojos. Solo ella podía percibirlo porque sabía exactamente dónde estaba.
Respiró hondo y se giró con rapidez, apretando la toalla contra su cuerpo mientras fulminaba a Damian con la mirada.
—¿Qué demonios haces aquí? —espetó, fingiendo indignación— ¿No sabes llamar antes de entrar?
Damian se