23. ¿A qué debo el honor de tu visita?

Después de que los dos lobos se marcharan, Isolde se metió un rato más en la bañera. Su cuerpo estaba más relajado, pero su mente seguía atrapada en el torbellino de emociones que Damian había desatado. Sentía aún el eco de sus dedos rozando su piel, como si su toque la hubiera marcado de alguna manera, otra vez, ojalá pudiera cortarle los dedos para que no volviera a tocarla.

No. No podía permitirse ese tipo de pensamientos.

Inspiró hondo y salió del agua, envolviéndose en una bata antes de pasar una toalla por su cabello empapado. Se obligó a enfocarse en lo importante: Mantener a Damian a raya y, sobre todo, no perder de vista su objetivo final, su gran venganza.

Pero el destino, cruel como siempre, tenía otros planes.

En cuanto salió del baño y entró a la habitación que la habían asignado, todo su cuerpo se tensó. Ahí estaba ella.

Evelyn.

Fue como recibir un golpe seco en el estómago, una fuerte puñalada en medio de su corazón el cual en lugar de detenersw latió con violencia que
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