110. Será la luna oscura.
La Gran Sala del Consejo se había vaciado, pero el eco de los aullidos de la manada aún resonaba en sus muros, un grito de esperanza y aceptación para el joven Alfa. Sin embargo, para Isolde, la euforia era efímera. La victoria se sentía incompleta con Damián aún atrapado en su inconsciencia.
Necesitaba verlo, sentirlo, tenerlo cerca. Isolde se dirigió a la cámara donde Damián yacía, guiada por una urgencia que le apretaba el pecho. La habitación estaba en penumbra, solo iluminada por la tenue luz de las brasas en la chimenea, que proyectaban sombras danzantes sobre el rostro inerte de su Alfa. Su piel, lucía pálida, y su pecho subía y bajaba con una lentitud alarmante.
Isolde se arrodilló junto a él, tomando su mano fría entre las de ella.
— Mi amor — susurró, su voz rota por la emoción — Damián, tienes que despertar. Te necesito. Te echo tanto de menos. Cada día sin ti es un vacío. La manada te necesita. Tu hijo te necesita.
Las lágrimas resbalaron por sus mejillas mientras acarici