Narra Chloe Wheeler
El café se había terminado desde hacía ya minutos en nuestras respectivas tazas y yo me reí para mis adentros ¿Quién lo díría? Aquella charla había sido demasiado buena para mí, tan refrescante como incómoda al mismo tiempo, pero en absoluto necesaria.
No era fácil abrirse de esa manera, no cuando se había perdido tanto por lo acontecido. Sin embargo, el sentido de culpabilidad iba desapareciendo lentamente y lo que más me sorprendía del asunto, era ver esa tranquilidad en la mirada de Max, como si solo verme le representara un alivio que, en definitiva superaba el dolor de las heridas que le causé a él y a mí misma.
Se hizo un silencio bastante cómodo en las cuatro paredes del apartamento. Nuestras miradas oscuras permanecían conectadas por más tiempo del que yo me hubiera atrevido a sostener. De pronto me sentí cohibida y desvié mi mirada con nerviosismo. Dios… Me sentía como una jodida adolescente hormonal que no podía controlar lo que sentía. Él despertaba esa