POV DE PRIETO.
Tenía el leve presentimiento de que algo iba a fallar en esta operación planificada, que ella podía arrepentirse en el último minuto por algún remordimiento o una súbita duda.
Por esta razón, siguiendo mis instintos de precaución, dejé posicionados a dos de mis hombres en la entrada principal, vigilando atentamente su salida y cada uno de sus movimientos. Sin embargo, lo que nunca anticipé, lo que escapó completamente de mis cálculos, fue que el infeliz de Kiran aparecería en el momento menos oportuno, como una sombra que se niega a desvanecerse.
Siento cómo la tensión se acumula en mi mandíbula mientras presiono los dientes con fuerza al verlo parado frente a ella, tan cerca que podría tocarlo.
La rabia hierve en mis venas y tengo la intención casi incontrolable de levantar mi arma, apuntar directamente a su cabeza y asesinarlo ahora mismo, sin contemplaciones ni remordimientos. Sin embargo, una mano firme y conocida se posa en mi hombro, actuando como un ancla a la