POV DE PRIETO
Me acerco a ella con pasos cautelosos, estudiando cada detalle de su presencia. Acaricio su rostro delicado, asustado y hermoso, sintiendo bajo mis dedos la suavidad de una piel que parece haber sido bendecida por algún Dios supremo.
La tensión en el ambiente entre nosotros es como un tercer ser invisible que observa nuestro encuentro con curiosidad malsana.
No se mueve, está quieta, completamente inmóvil como una escultura tallada por el más hábil de los artistas; ni siquiera respira, conteniendo el aliento como si temiera que el simple acto de llenar sus pulmones pudiera desencadenar una tormenta.
Es como si solo verme la ha paralizado, congelándola en un instante eterno donde el tiempo pierde su significado y solo existe este momento de vulnerabilidad entre dos almas que se reconocen en la oscuridad.
—Te amo, mi sultanita, y cuando amo, no lastimo —pronuncio estas palabras con voz suave.
Me mira fijamente con esos ojos que parecen contener universos enteros de dudas y