13. Deja de pensarlo, Byron.
Byron seguía mirando hacia la carretera, el punto exacto donde hacía unos minutos se había perdido la limusina negra de Julian.
Su mente era una maraña enredada con cabos sueltos por todas partes.
Julian, el recuerdo persistente de su hermana a quien, a pesar de llevar siete años muerta, no había dejado de amar, y esa mujer misteriosa, pelirroja, que le hizo recordar recordar lo que era sentirse vivo otra vez.
— ¿Puedo saber qué demonios fue eso? — la voz de Sabrina lo sacó de su trance.
Ella apareció detrás de él con una copa en la mano, los labios tensos en una sonrisa forzada que apenas lograba disimular su enfado.
— No lo sé — Byron ni siquiera se volvió para mirarla, su voz era seca y desinteresada, era a quien menos quería ver en ese momento.
— ¿No lo sabes? — repitió ella, riendo pero sin ganas de reír realmente. — Te desapareces, reapareces en mitad del salón bailando con una desconocida y después desapareces otra vez. ¿Qué pretendías, Byron? Esta noche era importante para n