Capítulo 39. Fuego en la sombra
La habitación estaba sumida en una penumbra cálida, iluminada apenas por el resplandor rojizo que se filtraba entre las cortinas pesadas del penthouse. El silencio reinaba, roto únicamente por la respiración agitada de dos cuerpos entrelazados entre sábanas revueltas.
Elías estaba recostado contra el cabecero, con el torso desnudo cubierto de leves marcas. Teresa reposaba sobre su pecho, el cabello despeinado, los labios hinchados y el cuerpo cubierto apenas por la sábana. No hablaban. No podían. El deseo los había arrastrado como una ola sin control, y lo único que quedaba ahora era el eco del temblor compartido.
—Esto no fue parte del plan —murmuró Teresa, sin levantar la cabeza.
—No, pero fue inevitable —respondió Elías con una sonrisa torcida.
Ella se apartó, lo bastante para mirarlo a los ojos. Su expresión era dura, contenida, casi dolida.
—No me leas como a Rebecca, no soy un alma rota buscando redención.
—No, tú eres peor —susurró Elías, arrastrando los dedos por su espalda—.