Cansada de batallar contra el insomnio, decidió probar el remedio de Rosa: un vaso de leche con miel. Rosa siempre decía que era lo mejor para relajar el cuerpo y la mente, aunque a veces Natalia dudaba de que algo pudiera calmarla realmente cuando pensaba en Alessandro.
Iba rumbo a la cocina cuando escuchó ruidos provenientes del estudio de Alessandro. Un ruido bajo, casi inconfundible, que la hizo detenerse. Instintivamente se acercó, la curiosidad la llevó a abrir la puerta con suavidad. Lo encontró allí, sentado detrás de su escritorio, la botella de licor frente a él, ya con pocos tragos por beber. El olor a alcohol en el aire era inconfundible.
Alessandro ya no estaba perfectamente vestido: su chaqueta había quedado tirada sobre la silla, el corbatín desaparecido, y la camisa, ahora abierta, dejaba ver su torso bien definido. Su cabello, ligeramente desordenado, solo aumentaba el atractivo salvaje que emanaba. Incluso en ese estado, Alessandro era, sin lugar a dudas, increíbleme