Llamamos otro taxi hasta la casa de mi madre, y ninguno de los dos habla durante el trayecto. Creo que ambos estamos nerviosos por el encuentro, pero ninguno sabe cómo tranquilizar al otro. Quisiera decirle que todo saldrá perfecto, pero no hay manera de saber cómo resultará una conversación así.
Nos dejan frente a la casa, y nos toma un momento reunir valor para dar el primer paso.
—¿Qué harás si me odia? —pregunta él, con la expresión inexpresiva pese a la tensión en su voz.
—Nada, no tiene que gustarte. Eres el padre de mis hijos. Esto es lo que ella siempre quiso para mí. Estoy segura de que encontraremos la manera de superar nuestras diferencias una vez que estés más asentado —respondo con la mayor seguridad posible.
Cuando llegamos a la puerta, golpeo ligeramente varias veces mientras mi corazón late desbocado. Esto se siente como volver a contarle sobre mi embarazo, solo que ahora involucra a un hombre adulto en lugar de gemelos. Los bebés fueron tan fáciles de que ella se enam