MARCELLO
Solo me llevó treinta segundos entre la multitud para ver a Franco. Verlo caminar tan tranquilamente entre el enorme grupo de invitados me provoca un profundo asco. ¿Por qué diablos puede pasearse libremente a disfrutar de una boda mientras mi hermano se pudre en la cárcel? Es culpa suya, y me aseguraré de que sus últimos momentos estén llenos de remordimiento y terror.
Estoy mucho más tranquilo de lo que esperaba en estas circunstancias, y espero que no sea solo un golpe de suerte antes de que mi determinación se quiebre y pierda el control. Las últimas cinco semanas han estado consumidas por este momento que se repite en mi cabeza sin descanso. Debo mantener la concentración, pero temo perder la cordura.
Va directo al baño, probablemente para meterse unas rayas y ahuyentar el inevitable aburrimiento de la hora del cóctel en una boda tradicional. No puedo culparle por eso, pero lo coloca exactamente donde lo necesito.
La multitud inunda el vestíbulo, bloqueándome temporalmen