MARCELLO
Cada centímetro del espacio a mi alrededor es completamente negro, más oscuro que cualquier cosa que haya visto en mi vida. Estoy flotando, y aunque me intimida la extrañeza de esta experiencia, me siento completamente en paz. Estoy en un capullo de oscuridad infinita, envuelto en el calor del vasto océano de la muerte.
No hay dolor, solo un silencio absoluto. No puedo sentir ninguna parte de mi cuerpo, y por un momento me pregunto si simplemente estoy atrapado en mi mente.
La negrura no tiene fin, y el tiempo no existe aquí. La completa erradicación del tiempo me deja libre para nadar por las catedrales de mi conciencia para siempre. Es un regalo que nunca pensé que podría merecer.
—¿Marcello?
¿Quién demonios me está llamando?
—Marcello, necesito que abras los ojos por mí. Te lo suplico.
Me niego al principio. Aunque no sé quién o qué exactamente me está pidiendo que abra los ojos, dudo en hacerlo por miedo a que me arranquen de este lugar.
Sin embargo, la voz me atrae desde