La terraza estaba en silencio. El cielo ennegrecido todavía mostraba brasas de la última batalla.
El líder Alfa estaba allí, de pie, observando las murallas. Joseline se acercó, y su sombra se reflejó junto a la de él.
—El Consejo nunca me aceptará del todo —susurró ella.
—El Consejo teme lo que no entiende —respondió el líder, sin mirarla—. Y tú eres algo que ninguno de nosotros comprende.
Joseline respiró hondo.
—¿Y tú? ¿Me comprendes?
El líder finalmente giró la cabeza. Sus ojos dorados tenían ese brillo entre amenaza y respeto.
—No. Pero te elijo, aunque no lo entienda.
Sus labios se encontraron en un beso profundo, ardiente pero contenido, cargado de promesas no dichas.
Pero al apartarse, Joseline vio una figura entre las sombras del patio: el Alfa oscuro, observando con los ojos encendidos de celos. No dijo nada. Pero su silencio fue más peligroso que cualquier palabra.
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El guardián la llevó a los bosques prohibidos, a un santuario oculto donde las piedras aún ardían con r