El castillo parecía un animal herido. Cada muro tenía grietas, cada pasillo tenía susurros, cada mirada un juicio contra Joseline.
Esa mañana, mientras recorría la fortaleza, escuchó murmullos a sus espaldas: —La Reina responde al Forjador… —No es nuestra salvadora. Es su arma. Joseline apretó los puños. El fuego en sus venas chisporroteó con rabia. El líder Alfa la alcanzó en el corredor. —No escuches lo que dicen —gruñó—. Temen lo que no entienden. —Y tú… ¿también me temes? —preguntó Joseline, clavando sus ojos en los suyos. Él no respondió. Su silencio fue peor que cualquier palabra. ****** Esa noche, incapaz de dormir, Joseline buscó al guardián en los túneles. —Dime la verdad. ¿Estoy condenada a convertirme en él? ¿A ser como el Forjador? El encapuchado la miró con sus ojos de brasas apagadas. —El destino no está escrito… pero cada vez que luchas contra el fuego, lo fortaleces. Debes aceptarlo… o él lo tomará por ti. Joseline comprendió que, aunque quisiera escapar, su fuego ya la estaba atando a un enemigo que ni siquiera había elegido. ****** El joven Alfa la esperaba en el patio al amanecer. —Te vi salir anoche. —Su voz era un susurro cargado de dolor—. ¿Adónde fuiste? Joseline apartó la mirada. —No puedo decírtelo. Él la tomó del brazo, con desesperación. —¡Confía en mí! No soportaré que lleves este peso sola. Joseline sintió que el fuego respondía a su angustia. Por un instante estuvo a punto de confesarle la existencia del guardián… pero las palabras se ahogaron en su garganta. Antes de que pudiera responder, apareció el Alfa oscuro, con su sonrisa peligrosa. —¿Ves, hermano? Ella guarda secretos. Secretos que pueden matarnos. Joseline se liberó con un movimiento brusco. —Mis secretos son míos. Y si creen que pueden controlarme, están más ciegos que sus enemigos. Las llamas estallaron en sus manos, iluminando el patio. Ambos Alfas dieron un paso atrás. Por primera vez, no la vieron como mujer ni como Reina… sino como fuego. ****** La siguiente noche, la voz volvió a ella, más clara, más fuerte. "Joseline… tu fuego me pertenece. Ven a mí, y sabrás la verdad de lo que eres." El vínculo era tan intenso que la joven cayó de rodillas, jadeando. El fuego en su piel ardía como si quisiera escapar. El líder Alfa irrumpió en la habitación, encontrándola en el suelo, rodeada de chispas doradas. —¡Joseline! —la tomó por los hombros, intentando contener el fuego con su fuerza bruta. Ella lo miró, con lágrimas en los ojos. —Él me llama… no puedo detenerlo. El Alfa apretó la mandíbula, con la voz baja y peligrosa. —Si algún día cruzas ese límite… te mataré con mis propias manos. Las palabras la desgarraron, porque en ellas no había odio, sino desesperación. ****** Los días pasaron con el silencio de una tormenta contenida. Joseline se entrenaba sin descanso, pero el fuego siempre la vencía al final, dejándola exhausta. Una noche, el Alfa oscuro apareció en su habitación. No pidió permiso, simplemente entró, con sus ojos encendidos de deseo. —No sigas negándolo, Reina. Lo sientes, igual que yo. Joseline retrocedió, pero él la acorraló contra la pared. —El fuego no se controla con miedo… se controla con pasión. Déjame mostrártelo. Sus labios rozaron los suyos en un beso feroz, ardiente, cargado de posesión. Joseline tembló, su fuego rugiendo en respuesta. Por un instante, casi se entregó a esa oscuridad que la atraía con tanta fuerza. Pero se apartó, con el corazón latiendo como un tambor. —No soy tuya. Ni de ninguno de ustedes. El Alfa oscuro sonrió, pero en su sonrisa había amenaza. —Ya veremos, Reina. El fuego siempre reclama lo que desea. ***** El Consejo volvió a reunirse. Los ancianos estaban más divididos que nunca. Algunos pedían encadenar a Joseline, otros pedían lanzarla al frente de la guerra como arma definitiva. Ella se levantó en medio de la discusión. —No soy un arma ni un prisionero. Soy la Reina. Y si no lo aceptan… puedo gobernar sola. El murmullo fue inmediato, cargado de miedo. Incluso los Alfas se tensaron. El líder se levantó, su voz como un trueno. —Entonces que quede claro: quien se oponga a la Reina… se opone a mí. El juramento ancestral que los mantenía unidos crujió esa noche. Los tres Alfas ya no eran una sola voz. Eran tres voluntades divididas, cada una reclamando una parte de ella. Y Joseline lo supo: el verdadero peligro no era solo el Forjador, ni los Hijos de Ceniza. Era que su manada, sus Alfas y su propio fuego terminaran consumiéndose entre sí. ****** El amanecer trajo un silencio extraño. No había ataques, no había rugidos de guerra. Pero Joseline despertó con el cuerpo ardiendo, como si su fuego hubiera librado una batalla mientras dormía. El joven Alfa entró con el rostro preocupado. —Tus pulsos están más débiles. Cada vez que usas el fuego… entregas un pedazo de ti. Joseline lo miró con lágrimas en los ojos. —¿Y qué pasará cuando ya no quede nada de mí? Él apretó su mano, desesperado. —Entonces me consumiré contigo. Ese juramento fue un beso más poderoso que cualquier palabra, un beso cargado de amor y de miedo. Pero Joseline supo, en lo más profundo de sí, que su fuego nunca se detendría hasta reclamarlo todo. ****** Esa noche, la voz volvió. Pero no como un susurro en la distancia. Esta vez, resonó clara, fuerte, dentro de su cabeza. "Eres mi reflejo, Joseline. Yo fui el primero, tú serás la última. No luches contra mí… ven a mí." Joseline cayó de rodillas, el fuego desbordándose en su piel. El líder Alfa irrumpió, sujetándola con fuerza. —¡Resiste! ¡No lo escuches! Ella gritó, con lágrimas de dolor. —¡Él está dentro de mí! ¡Me llama como si el fuego le perteneciera! El líder rugió de rabia, y en ese instante, Joseline comprendió que si su fuego se inclinaba hacia el Forjador, sería él mismo quien la mataría. Y lo haría sin dudar. ****** Joseline buscó al encapuchado en los túneles. —¡Basta de medias verdades! Dime qué soy. Dime por qué el Forjador me reclama. El guardián la miró con dolor. —Porque el fuego que arde en ti es el mismo que ardió en él. Joseline… tú eres la heredera de su linaje. Ella retrocedió, horrorizada. —¿Quieres decir que… llevo su sangre? El guardián asintió. —Tus padres no te abandonaron. Te ocultaron porque sabían que eras descendiente del traidor. Y el destino eligió tu fuego para decidir: redimir o condenar lo que él comenzó. Las llamas estallaron a su alrededor, respondiendo a la verdad. Joseline sintió que el suelo se derrumbaba. No era solo Reina. Era la hija del fuego prohibido. ****** El Consejo se reunió una vez más. Joseline entró con la cabeza erguida, aunque por dentro se sentía quebrada. Los ancianos cuchicheaban, algunos ya lo sabían: su vínculo con el Forjador no era rumor, sino verdad. —¡No podemos seguir a una Reina que lleva la sangre del traidor! —rugió un consejero. —¡Entonces moriremos sin ella! —replicó otro. Los Alfas discutían entre sí, más divididos que nunca. El joven la defendía, el oscuro reclamaba su poder, el líder dudaba entre protegerla o destruirla. Joseline golpeó la mesa con fuego en sus manos. —¡Basta! ¿Quieren una Reina o un arma? Yo soy ambas. Y si alguien cree que puede arrancarme la corona… que lo intente. Las antorchas de la sala se encendieron solas, como respondiendo a sus palabras. Los consejeros retrocedieron con miedo. El líder Alfa la miró en silencio. —Te estás convirtiendo en algo que ni siquiera nosotros podemos contener. Joseline lo supo entonces: ya no era solo Reina de los Alfas. Era la Reina del fuego. Y si seguía ese camino… acabaría con una corona hecha de cenizas.