EL TRATO

Capítulo 3

Edward soltó una carcajada en cuanto escuchó lo que le había pedido.

—¿Que acabas de decir?—dijo, negando con la cabeza—. ¿Es un juego? Me detestas y ¿Quieres ser mi esposa?

Lo miré firme.

—No es un juego. Mi venganza contra Mike es simple: casarme contigo. Él te odia, Edward. Y si se entera que yo te elegí a ti… se muere de la rabia. Y quiero verlo así, es una humillación publica.

Él se cruzó de brazos, todavía incrédulo. Pero poco a poco, una sonrisa apareció en su rostro.

—Sería divertido verlo sufrir —admitió—. Muy divertido, para ser honesto, pero más ser el esposo de la Ex que me odia.

—Eso seguirá siendo así, entre los dos siempre abra distancia ¿Entendido?

Le quite la copa de la mano antes de que sirviera otro trago, saco un cigarro y lo encendio, le gustaba jugar conmigo, el sabía lo mucho que detestaba ese olor.

— solo lo haría por mi hermana, nada más, ella tiene que ser encontrada, tienes que darme tu palabra

Extendí mi mano hacia él.

—Te prometo que la vamos a encontrar. Así tenga que buscar en el fondo del mundo, la voy a traer a ti.

Él tomó mi mano, por primera vez lo vi tomar las cosas en serio, creo que se dio cuenta que no era un juego.

—Está bien —dijo—. Déjamelo todo a mi, en un par de días serás la señora de Edward Hilton.

Regresé a casa temprano en la mañana, después de horas hablándo con Edward del siguiente paso, y la verdad fue difícil ponernos de acuerdo.

En la sala estaban Mike, mi padre y Liliana. Aparentemente “preocupados” por que yo no había llegado a dormir una actitud extraña en mi, siempre la niña perfecta que nunca rompía las reglas

Mike dio un paso hacia mí enseguida.

—Paulina, ¿dónde estabas? Estuvimos toda la noche llamándote.

Mi padre tenía los brazos cruzados, mirándome furioso.

—Esto es inaceptable —gruñó—. ¿Qué clase de comportamiento es este? ¿Desapareces y vuelves cuando quieres?

—No soy una niña para que me regañes —le respondí muy altiva mirandolo a los ojos —. Y si nunca te preocupaste por mí antes, no empieces ahora.

Los ojos de mi padre se abrieron con furia.

—¡Cuida tu lengua!

—Pídele a Dios que no regrese algún día —le dije con una sonrisa burlona—. Quizás así seas feliz, sabiendo que me morí.

Mi padre levantó la mano, como siempre hacía cuando quería pegarme. Pero esta vez la detuve en el aire.

—!Nunca más!—le dije—. No volverás a golpearme. No te lo permito.

Él bajó la mano, sorprendido. Liliana se quedó en silencio, sin saber qué decir.

—Déjenme a solas con Mike —pedí.

Los dos obedecieron sin discutir. Mi actitud nueva los confundía, deje de ser la obediente Paulina que agachaba la cabeza en todo momento.

Mike cerró la puerta tras ellos. En cuanto quedamos solos, me tomó por los brazos de manera brusca

—Estaba preocupado —dijo, intentando sonar dulce, pero realmente estaba furioso —. Necesito saber dónde estabas.

—Por ahí —respondí, apartando la mirada con una sonrisa en el rostro —. No tengo por qué darte explicaciones de cada paso que doy. Tú tampoco me las das.

—Te llamé anoche mil veces —insistió.

—Y yo te llamé a ti en la tarde —respondí—. No contestaste. ¿Dónde estabas?

Tragó saliva, de inmediato se notó su nerviosismo, lo sabia porque se mordía el labio bajo.

—En la oficina… ya te dije.

Me acerqué un poco más y lo miré a los ojos, con mi actitud le decía que ya lo sabía todo

—No te pongas nervioso, Mike, no creo que estuvieras haciendo algo malo ¿Verdad?

Él se tensó, Su mandíbula tembló un segundo, nunca lo había visto bien, el amor me cegaba, el era patético, Y entonces, algo le llamó la atención.

Vio mi cuello.

El moretón.

La marca que Edward me había dejado en ese momento donde los dos perdimos el control

Sus ojos se abrieron como si hubiera visto un fantasma, Su respiración se volvió errática parecía un demonio, su expresión cambió por completo.

En cuanto Mike vio el moretón en mi cuello, se transformó.

—¿Qué es eso? —preguntó alterado

Yo me encogí de hombros y lo miré sonriendo

—Nada importante.

Eso lo empezó a enloquecer mas

—Paulina, respóndeme —exigió, apretando los dientes—. ¿Quién te hizo eso? ¿Donde estabas anoche?

—No pienso decirte nada —respondí mientras me mantenía en una actitud altiva, segura aunque por dentro me quemaba.

Mike perdió el control. Me tomó del brazo con fuerza.

—¡Dime con quién estabas! —gritó—. ¿Me estás engañando?

Su reacción casi me hizo reír. Me llené de la paz que da el karma,

de repente entendi el poder que tenía sobre él.

Sonreí con burla.

—¿Engañarte? Soy tu novia perfecta, ¿no? La que siempre quisiste. La que se acomoda a todo lo que dices. La que te espera como una tonta mientras tú haces lo que te da la gana.

Él apretó más mis brazos, me enterraba las yemas de los dedos

—Si no me dices quién fue, cancelo la boda —amenazó, con tanta seguridad que creo pensó que con eso me derretiria en sus brazos.

—Hazlo —respondí sin pensarlo—. Cancélala. Me harías un favor, creo que ya no me quiero casar contigo.

Mike retrocedió un paso, sorprendido por mi respuesta. No sabía cómo lidiar con esa versión de mí.

—¿Que acabas decir?

—Lo que escuchaste, ya no me quiero casar contigo, la novia perfecta se canso de serlo.

Subí a mi habitación y lo deje en el salón solo, el estaba acostumbrado a que yo cayera a sus pies, a que le rogara y eso se había acabado.

Empezó a golpear en mi puerta

—No puedes dejarme, Paulina —dijo completamente desencajado por mi respuesta —. Yo… yo solo me alteré, Perdóname.

Lo dejé insistir un rato, disfrutando cada segundo, sintiendo en el alma como se humillaba.

Al final, sonreí y abrí.

Mike me abrazó en cuanto entró, desesperado por recuperarme. Su abrazo era fuerte, casi sofocante, obviamente solo sentía asco.

—Perdóname —repitió, tratando de sonar sincero, de fingir que me amaba —. No quiero perderte. No me hagas esto.

Tome aire, tenía que ser más inteligente, ganaría quien tuviera más control de sus emociones.

Le pasé una mano por la nuca y le di un beso en los labios, aunque por dentro sentía un asco que me revolvía el estómago. Pero sabía que tenía que hacerlo.

Cuando se separó un poco, lo miré directo a los ojos.

—Mi amor, por supuesto que me casare, es más, quiero preparar una cena especial este fin de semana —dije fingiendo la dulzura de la estúpida de antes —. Para ti, para mí familia.

Sus ojos se abrieron de par en par.

—¿Una cena?

—Sí. Y ese día quiero nombrarte encargado de mis acciones en la naviera. Quiero que todos lo sepan que mi esposo se encargará de mis negocios.

Fue como activarle un interruptor, Lo vi emocionarse de inmediato, como un niño al que le prometen un juguete caro.

Me levantó en brazos dando vueltas por la habitación.

—Paulina… eso es… eso es la prueba más grande de amor que me has dado —dijo, tan ilusionado que parecía ridículo.

Fingí sonreír. Él no tenía idea de lo que realmente planeaba.

Cuando se fue, dejándome “descansar”, quien entró a la habitación fue mi hermana.

Liliana cerró la puerta como si tuviera derecho a invadir mi espacio.

—¿Por qué estás así conmigo? —preguntó, tratando de sonar inocente.

Ni siquiera le respondí.

Se acercó a mi tocador, tomó uno de mis collares y empezó a probárselo frente al espejo.

—Este te queda bien —dijo—. Pero creo que a mí me quedaría mejor…

Me acerqué y le arranqué el collar de las manos.

—No quiero que toques nada mío —le dije, seria.

Ella abrió los ojos sorprendida.

—¿Qué te pasa? ¿Estás loca?

El teléfono sonó, era Edward.

Liliana miró la pantalla y su expresión de niña dulce se derritió por una llena de rabia.

—¿Por qué te llama tu Ex? —preguntó molesta—. Sabes que papá te viene prohibido hablar con el. ¿Por qué te llama? ¿Qué está pasando?

Sonreí.

—Nada que sea asunto tuyo.

La tomé de los hombros y la saqué de mi habitación con un empujón. Ella protestó, pero cerré la puerta en su cara.

Contesté la llamada.

—¿Que pasa?.

—Todo está listo —respondió Edward con esa seguridad que me gustaba—. Lo que planeamos para la venganza está preparado

Me apoyé en la puerta y respiré hondo.

—Perfecto —susurré—. Entonces este fin de semana… mi hermana y Mike van a quitarse las mascaras

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