PLATO FRIO

Capítulo 4

Llegamos al restaurante más lujoso de la ciudad. Estaba lleno de empresarios, políticos, socios de mi padre y gente mal llamada "de bien"

Mike me tomó del brazo apenas bajamos del auto.

—¿Por qué preparaste algo tan grande? —preguntó curioso al ver el restaurante lleno —. Pensé que la cena era solo con tu papá y tu hermana.

Ellos tenían esa misma expresión de sorpresa, nadie sabía por qué la celebración era tan especial para mí, Yo solo asentí con una pequeña sonrisa.

—Quería celebrar algo importante con las personas que más amo—respondí—. Y las cosas importantes se celebran en grande.

Mike sonrió como un idiota.

—¿Es por nuestro aniversario? —susurró emocionado—. Tengo tu regalo en casa. Creo que te va a encantar.

Ni siquiera estaba cerca la fecha, Cada vez que lo escuchaba hablar, que me daba cuenta de su cinismo, más se me caía la venda de los ojos.

Ese hombre me había mentido durante años. Me había engañado, manipulado, usado… y aun así tenía la cara de seguir aprovechandose de mi amor.

La cena empezó. Comimos en silencio, Yo quería disfrutar ese último momento de tranquilidad antes de lo que venía, recargar energías.

Lo que estaba por hacer era el primer paso de una venganza que me daría paz… o por lo menos eso era lo que esperaba, encontrar paz

Me levanté despacio y tomé mi bastón. Mike se levantó automáticamente para ayudarme, pero le hice un gesto para que se quedara quieto. No necesitaba su mano, no quería volver a tocarlo en mi vida.

—Acompáñame al centro del salón —le pedí.

Él obedeció.

Todos empezaron a voltear hacia nosotros. Mi padre y Liliana parecían confundidos, pero no dijeron nada. Caminé al centro con la cabeza en alto, segura, aunque por dentro estaba destruida.

Tomé el micrófono que el mesero me entregó.

—Gracias a todos por venir —dije alzando la voz—. Gracias por acompañarme en esta cena tan especial.

Mike sonrió y tomó mi mano, pensando que estaba a punto de decir algo romántico,que como siempre lo exaltaria como el novio ideal

—El motivo de esta cena —continué— es celebrar algo que cambió mi vida.

—Nuestro futuro juntos —susurró Mike al micrófono, creyéndose parte del anuncio.

Yo me giré hacia él con una sonrisa burlona, le di una caricia en la mejilla.

—No —respondí—. Lo que hoy celebramos es que me casé con el amor de mi vida.

Mike parpadeó, confundido, todos empezaron a sonreir, incluso yo para ser parte del ambiente.

—Mi amor quisiste decir que nos casaremos —murmuró corrigiendome con su fingida ternura.

Le quite mi mano de su agarre y me quité el guante que la cubría. Levanté la mano para que todos vieran la argolla dorada en mi dedo.

—Estoy casada —repetí—. Me casé esta mañana.

El salón entero se quedó en silencio. Mi padre se levantó de golpe. Liliana abrió los ojos incredula de lo que acababa de decir

Mike retrocedió un paso.

—Paulina… ¿qué estás diciendo? Tiene que ser una broma —dijo, intentando reír para calmar la situación.

—No es una broma —respondí mirandolo a los ojos, cerrando este ciclo.

En ese momento, las puertas del restaurante se abrieron.

Edward entró con ese porte seguro, Varias mujeres lo miraron algo morbosas, Pero él solo tenía la mirada puesta en mí.

—No es ninguna broma —dijo Edward mientras avanzaba hacia nosotros—. Paulina y yo estamos casados. Hoy a las once de la mañana, decidimos casarnos en el registro civil.

La gente empezó a murmurar, era un escándalo.

Mike se quedó helado. Liliana me miró con los labios temblando, incapaz de procesarlo. Mi padre se agarró del borde de la mesa como si fuera a desmayarse.

Yo respiré hondo.

Edward estuvo a mi lado y sacó una carpeta negra. Se la entregó a Mike con una actitud ganadora, sin perder esa expresión segura que lo caracterizaba.

—Aquí tienes el registro civil —dijo—. Con fecha de hoy. Paulina es mi esposa legal.

Mike lo abrió con las manos temblorosas. Leyó el documento y su cara se puso roja de furia. Cerró la carpeta d y me miró con rabia pura.

—Tú no puedes hacerme esto —gruñó—. ¡Esto es una humillación! ¡Un chiste de mal gusto!

Yo lo mire a los ojos, estaba cansada de su teatro.

—El mal chiste eres tú, Mike —respondí.

Hice una señal al mesero. Las luces del restaurante bajaron y las pantallas alrededor del salón se encendieron a mismo tiempo.

Edward ayudándome y usando su manera encantadora de conseguir las cosas, encontro las pruebas del engaño, chasqueo los dedos para que le dieran Play

El video empezó.

Las imágenes eran nítidas para todos los presentes.

Se proyectaban imágenes de la cámara de seguridad del departamento de Mike mostraba a Liliana entrando. Luego a Mike cerrando la puerta tras ella.

Y luego la escena que yo jamás iba a olvidar.

Liliana encima de él, cabalgándolo con ritmo, moviéndose como si estuviera poseida

Su cuerpo se arqueaba mientras gemía sin pudor:

—Más, Mike… así… no pares… quiero más…

Algunas mujeres del salón se taparon la boca. Otras murmuraron horrorizadas. Los hombres miraban incrédulos.

—Ese… —dijo Edward señalando la pantalla con la voz temblorosa pero firme—. Ese es el mal chiste, Mike, el perfecto acostándose con la hermana de su prometida.

Mike se acercó a mí y me tomo de la mano.

—Paulina, déjame explicarte. No es lo que parece, yo…

—¿No es lo que parece? —lo interrumpí—. ¿Quieres que ponga el audio donde dices que yo soy una tonta fácil de manipular? ¿O cuando prometes usar mi dinero para destruir la empresa de Edward apenas me case conmigo?

Liliana se acercó bruscamente, estaba muy alterada

—¡No tienes derecho a humillarme así! —gritó—. ¡Soy tu hermana!

Me giré hacia ella.

—¡Exacto! eres mi hermana… y aun así te acostaste con mi novio.

Ella apretó los puños.

—No es mi culpa ser deseada —por fin se quitó la máscara —. No es mi culpa que tú seas una frígida que ni siquiera se deja tocar. ¡Ni que tuvieras los tornillos sueltos en esa pierna de metal!

El comentario me atravesó. Pero no iba a dejarla ganar, tenia que fingir fuerza.

Me acerqué y le di una cachetada tan fuerte que la gente alrededor abrió la boca.

—Tienes razón —le dije, mirándola de frente—. Quizás soy un robot al que le chirrea la pierna… pero prefiero eso a ir de cama en cama buscando algo que nunca encontrarás.

Liliana, furiosa, mantenía si mano en la mejilla

—No eres mujer suficiente para un hombre como Edward —dijo con veneno—. ¡Eres una inútil lisiada! ¡Solo serías un estorbo para él!

Edward dio un paso inmediato.

Puso su mano en mi cintura y me acercó a él, quería dejar claro a quién elegía.

—Paulina es una mujer perfecta —dijo sin levantar la voz, pero con una firmeza que hizo callar a todo el salón—. Y no voy a permitir que la insultes, te exijo respeto para mí mujer.

Liliana se quedó muda. Todos la miraron con desaprobación. Era la primera vez en su vida que alguien la ponía en su lugar.

—Además, les doy otra noticia —continuó él— ahora también soy el albacea de todas sus acciones en la naviera que le dejaron a Paulina su madre y su abuela.

Mike lo miró, en shock.

—¿Qué… qué dijiste? —preguntó con la voz quebránda

—Lo que escuchaste—respondió Edward.

Fue entonces cuando Mike perdió la cabeza por completo. Se lanzó contra Edward como un animal descontrolado.

—¡Te voy a destruir! —gritó mientras intentaba golpearlo.

Los invitados se levantaron de sus sillas, asustados. Los guardias del restaurante empezaron a correr hacia nosotros.

El guardia atrapó de los brazos a Mike, y otro a Edward, confundido me preguntó a cual de los dos se llevaba

—A el, Edward es mi esposo —señale a Mike con desdén.

Mi padre se acercó enojado, agarrándose el pecho

—¡Siempre supe que eras como la peste! No sólo mataste a tu madre, ahora matas nuestra reputación.

Levantó su mano para pegarme, pero Edward la tomo en el aire y lo apartó de un empujón

—Usted nunca volverá a tocar a Paulina, de eso me encargo yo, ella ya no estará sola nunca más.

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